Las hadas gemelas Drianda y Brianda eran lindísimas,
luminosas y transparentes, la una dorada como el polen y la otra plateada como
el nácar; sus cabellos flotaban en el aire ligeros, lo mismo que sus vestiduras
y ambas tenían unos grandes ojos negros igual que cuentas de azabache. Brianda
y Drianda se alegraron mucho al ver llegar la carroza del Mago Serapión ya que
eran muy amigas suyas.
-¡Mago Serapión, qué sorpresa!... ¿Qué novedades nos traes
del valle?
Ya había amanecido del todo y eran las primeras horas de la
mañana cuando llegaron los viajeros cogiendo desprevenidas a las hadas gemelas
mientras regaban su jardín. El mago descendió del coche y Ratoncillo Gris con
él, muy impresionado ante el encentro con las hadas. Golfi no les acompañó,
enfadado al verse metido en una aventura no buscada, y, además, porque tenía
mucho sueño y prefería dormir suspendido como una lamparita negra, del techo
del carruaje.
Gozoso, el Mago Serapión abrazó a las hadas.
-¡Hola, hola!... ¿Cómo estáis mis preciosas criaturas?...
¡Ah, aquí os presento a Ratoncillo Gris, un buen amigo que me hace las veces de
agenda cuando yo me olvido de las cosas!
Las hadas gemelas rieron alegremente y a Ratoncillo Gris su
risa se le antojó como el repicar de campanillas de cristal.
-Ratoncillo Gris y yo hemos venido porque... –el mago
frunció e ceño con repentino sobresalto- ¿Por qué hemos venido, Ratoncillo
Gris?
Ratoncillo Gris dio un pasito hacia delante, sentíase
importante de veras debido a que el Mago Serapión le había otorgado el cargo de
secretario accidental, además, uno no hace cada día de portavoz de un mago en
presencia de dos hadas tan encantadoras.
-¡Ejém, ejém!... –se aclaró el gaznate Ratoncillo Gris-
Hemos venido porque el Mago Serapión quiere consultar el Gran Zifhandel.
-¡Ooooh!... –gimieron las hadas a coro; siempre hablaban al
mismo tiempo o lo que empezaba una lo acababa la otra- ¡Las olvidadizas somos
nosotras, teníamos que haberte devuelto el Gran Zifhandel hace días ya!...
¿Sabes?, desencantamos al príncipe y ahora ha vuelto a su reino, feliz... Y
nosotras olvidamos devolverte el libro. Discúlpanos.
El mago sonrió bondadosamente.
-¿Cómo no voy a perdonaros, mis queridas niñas?... Realmente
no lo necesitaba... hasta hoy y eso ya que medía la circunstancia de querer encontrar
respuesta a un enigma.
-¿A un enigma?
-Sí, en efecto, a un enigma muy enigmático, tan enigmático
que... Ratoncillo Gris, ¿por qué no se lo cuentas tú a las hadas?
-Por supuesto, Mago Serapión, por supuesto... Resulta,
hermosas hadas, que el mago Serapión quiere encontrar en el Gran Zifhandel
respuesta a cierta historia que habla de un hilo de luz de luna, de un cangrejo
de plata y de un anzuelo... ¿Vosotras sabéis algo?
Las hadas juntaron sus cabezas llevándose un dedo a los
labios en actitud reflexiva, meditaron durante un instante y luego, sonrientes,
dijeron con excitación mientras batían sus transparentes alas que recordaban
las de un par de libélulas:
-¡Sí, sí, lo sabemos!... Es la historia de un pescador
milenario que vive en la luna y desde hace siglos quiere pescar la Tierra con
un anzuelo atado a un hilo de luz de luna, pero en la Tierra existe un pequeño
cangrejo de plata cuya misión es la de cortar siempre ese hilo cada vez que el
anzuelo se hunde en el suelo.
-¿Y para qué quiere pescar a la Tierra ? –quiso saber
Ratoncillo Gris muy asombrado.
-Eso lo ignoramos –respondieron las hadas a dúo-; en el
libro no lo pone.
El Mago Serapión adoptó un aire solemne y cuando el Mago
Serapión se ponía solemne, pues eso, que se ponía muy solemne.
-Es menester que abramos el Gran Zifhandel; ahí estará la
clave del misterio.
-Gracias que recuerda que es en el Gran Zifhandel en dónde
tiene que buscar la solución –pensó, travieso, Ratoncillo Gris.
-¿Habéis desayunado? –preguntaron las hadas mientras todos
entraban en su casita, menos Golfi que seguía durmiendo agarrado al techo del
carricoche, y como ellos dijeran que no, Brianda y Drianda, les invitaron a
compartir su desayuno, que consistía en tarta de ciruelas y chocolate con
leche, y teniendo en cuenta el que uno de sus invitados era un ratón, a éste le
obsequiaron con un suculento trozo de pastel de queso que Ratoncillo Gris
devoró entre chillidos de placer.
Otra vez respuestas las fuerzas, el Mago Serapión y
Ratoncillo Gris, éste último luciendo una barriguita tan redonda que parecía un
globo verbenero, se procedió a investigar en el Gran Zifhandel.
El libro se hallaba expuesto en un atril especial para
libros mágicos y, por tanto, enorme. Estaba abierto de par en par como una
ventana y sus páginas, de un transparente verde pálido, parecían resplandecer
suavemente. Una ancha cinta de seda púrpura hacía de señal.
-Página 1026 –leyó el mago ajustándose bien los lentes-:
Como deshacer encantamientos de príncipes convertidos en dragones... Esto es lo
que os interesaba, ¿no?... Veamos en el Indice de la segunda parte. A ver, a
ver, mmmmmm... Leyendas normales... Leyendas raras... Leyendas exóticas... a
ver, a ver, creo que este asunto del hilo de luz de luna tiene relación
con las Leyendas raras... Página 8036...
A ver, a ver, página... No, capítulo... ¡Éste es, El Viejo de la Luna !...
¡Eureka, eureka, lo encontré!
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