Capitulo V
Y dio
comienzo la guerra, tan cruel como todas las guerras, tan absurda como todas
las guerras, tan injusta como todas las guerras, tan triste como todas las
guerras.
El Mago del
Invierno lanzaba contra el Bosque todo su frío poder: enormes tormentas de nieve,
fríos vientos polares, heladas desconocidas por aquellos lugares. El frío
llegaba a ser tan intenso que hasta el aliento se helaba al salir de la boca y
caía al suelo convertido en pequeños bloques de hielo.
La Bruja del
Otoño se defendía como podía. Con cientos de hojas creaba mantas con las que
cubrir y proteger a los habitantes del bosque del helado viento y del frío
hielo. Acogió en su castillo a los más débiles, creó todos los refugios que
pudo para el resto. Intentaba contrarrestar los vientos invernales con vientos
otoñales. Intentaba oponer la lluvia a la nieve. Intentaba luchar y defenderse
contra alguien que era mucho más fuerte que ella. Intentaba, intentaba, pero no
podía…
Las otras
dos Estaciones no intervenían. Se limitaban a seguir con sus cosas, asistiendo
impasibles a la lucha entre los dos grandes reyes-hechiceros. Las otras dos
Estaciones no querían intervenir pues decían que era una lucha que no les
concernía. Si alguien les insinuaba que, tal vez, el Mago del Invierno fuese a
por sus reinos tras acabar con el Bosque Dorado, ellos se echaban a reír pues
se sentían fuertes e invencibles.
Las otras
dos Estaciones, en definitiva, son dos impresentables. El Hechicero del Verano
es un ser arrogante y vanidoso al que sólo preocupa lucirse y bailar entre sus
sembrados de trigo y el Hada de la Primavera no es una niñata tontorrona,
caprichosa y presumida que siempre anda poniéndose guirnaldas de flores y
admirándose en los ríos. De semejantes personajes, pues, poca -ninguna- ayuda
podía esperarse.
De modo que
aquí tenemos a la Reina luchando con todas sus fuerzas y aspirando tan sólo a
aguantar un día más, una noche más. Mientras que el Mago continuaba, implacable, lanzando ataque tras ataque sin
que pareciera agotarse jamás.
Las criaturas
pequeñas y grandes que habitaban el Bosque empezaban a sentirse extenuadas,
hambrientas y, sobre todo, desmoralizadas. Sentían la derrota en sus corazones
y no tardarían en pedir la rendición.
En cambio
los seguidores del Invierno no tenían el menor problema en resistir los ataques
del Otoño. ¿Qué miedo podían sentir ante el frío otoñal acostumbrados a las
gélidas temperaturas invernales? ¿Qué daño podían causarles los vientos del
otoño acostumbrados a las ventiscas del invierno. Ellos podían resistir por
mucho tiempo, todo el que fuera necesario para alcanzar la victoria. Se sentían
fuertes e invencibles. Sus corazones sentían la victoria y no tardarían en
obtenerla.
La Bruja del
Otoño comenzaba ya a plantearse la rendición incondicional cuando se presentó
ante ella la jovencísima Hada Dralina para ofrecerse voluntaria para llevar a
cabo una idea que había tenido hacía unos días pero que no se había atrevido a
contar… hasta que vio que todo parecía perdido.
Continuará…
No hay comentarios:
Publicar un comentario