INVESTIGANDO HADAS
(El autor de este artículo, Jesús Callejo, es uno de los más
interesantes investigadores de mitología y folklore. Es coautor, junto a Carlos
Canales, de la trilogía de Seres Mágicos de España integrada por los libros
"Duendes", "Hadas" y "Gnomos" y también de
"Seres y lugares en los que usted no cree". Así mismo es colaborador
del espacio nocturno de misterio "La zona cero" del programa de radio
"La rosa de los vientos" en Onda cero).
Después de doce años investigando, escribiendo y recibiendo
cartas de lectores sobre hadas y otros espíritus elementales de la naturaleza
me he dado cuenta de que estoy como al principio: perplejo y fascinado por este
mundo cuya realidad se me escapa y de la que apenas sé nada.
He conocido auténticos tratados que abordan aspectos de
estos seres desde varios enfoques, pero sobre todo desde el mito y la leyenda e
incluso desde un punto de vista antropológico. Ahí están las obras del
alquimista suizo Paracelso en el siglo XVI que popularizó el término
"elementales", la del abate francés Villiers o la del Reverendo
escocés Robert Kirk de Aberfoyle.
Más recientemente, algunos autores se han aventurado a
escribir libros donde hablan profusamente sobre hadas, duendes y gnomos desde
una perspectiva global, intentando clasificarlos en familias, nombrarlos y
definirlos. Una ardua tarea -y lo sé por experiencia- porque en esa me embarqué
hace unos cuantos años. Y ciertamente los datos que nos ofrecen estas obras son
valiosos y clarificadores pero siempre de una parte del fenómeno. Obras que van
desde el libro que escribió Walter Scott "La verdad sobre los demonios y
las brujas" hasta "El diccionario de hadas" de Katherine Briggs.
Todas ellas son muy válidas y hay que reconocer el esfuerzo y la dedicación de
sus autores por acercarnos a unos seres tan sutiles y por hacernos comprensible
un mundo totalmente incomprensible, pero que aportan una visión muy parcial de
toda su complejidad.
Podemos leer de arriba abajo el libro de Roberto Rosaspini
Reynolds "Hadas, duendes y otros seres mágicos celtas" y quedarnos
como estábamos al principio: in albis. Porque, ciertamente, nos habla de hadas
(terrestres, acuáticas, domésticas, malévolas…), de duendes, gnomos, silfos,
salamandras, ninfas, elfos, trasgos y animales feéricos pero redunda en más de
lo mismo. Unos copian a otros y es lógico. No hay tantos datos que aportar. Las
fuentes son comunes y exiguas y todos bebemos prácticamente en las mismas
aguas.
Tal vez aquí radique una de las causas que explique el
porqué nos obliga a los investigadores del mundo feérico a tener una
perspectiva miope de este misterio, porque misterio es al fin y al cabo
acercarnos a una civilización que cohabita en un mundo paralelo al nuestro y
del que apenas sabemos unos pocos retazos deshilachados. Supone un desafío
saber algo más sobre esta Gente Menuda, aunque solo sea para darnos cuenta de
que no todo son fábulas o cuentos de niños. Si todo fuera tan fácil como llegar
a la conclusión de que no hay más que pura fantasía en el origen de estos
relatos muchos pueblos y culturas se hubieran ahorrado mencionar a seres que
pululan por cada uno de los elementos de la naturaleza y a los que desde
antiguo se les ha rendido culto, se les ha reverenciado y se les ha temido. Si
todo fueran simples cuentos de hadas, sin ningún fundamento serio, tal vez no
nos causaría tantos quebraderos de cabeza pensar que en la creencia ancestral
en esta clase de criaturas está la génesis de algunas supersticiones sectas y
religiones de corto alcance.
Experiencias únicas
Al lado de estas sesudas obras de divulgación que he
mencionado existen otras donde sus autores respectivos cuentan sus experiencias
personales con estos seres, sin ambages, sin medias tintas, sin ambigüedades,
proclamando a los cuatro vientos su realidad, su clara existencia. En ellas
aparecen tal cúmulo de datos que nos apabullan, todos ellos desde una
perspectiva subjetiva y, por tanto, indemostrables. Hablan de ellos como si les
hubieran hecho una entrevista y nos cuentan con todo lujo de detalles su
aspecto físico, su forma de pensar, cómo se alimentan e incluso su actividad
sexual. Me estoy refiriendo a obras como la del vidente británico Geoffrey
Hodson "El mundo real de las hadas" , fruto de sus experiencias con
estas criaturas y las visiones de las mismas que tuvo en los años veinte del
siglo XX. Me refiero al libro de Dorothy MacLean sobre "Comunicación con
los ángeles y los devas" haciéndose eco de sus extraordinarias experiencias
en la Comunidad Findhord junto a los esposos Caddy. Me refiero al libro
publicado por Jorge A. Livraga Rizzi, fundador de Nueva Acrópolis, que publicó
"Los espíritus elementales de la naturaleza", un libro donde nos
mostraba sus revelaciones. Y me refiero a libros como el del español Vicente
Beltrán Anglada, "Las fuerzas de la naturaleza", o el del argentino
Monseñor Claudio Paleka, "Cuando el cielo pase lista" (1994), que
describen la vida sutil en cada uno de los cuatro elementos con todo lujo de
detalles.
Esta tendencia literaria podría representar el ala crédula,
es decir, la de aquellos que no solo creen en las hadas sino que además afirman
haberlas visto y hasta charlado con ellas. Serían encuentros cercanos en la
tercera fase por utilizar una terminología ufológica.
La otra tendencia sería la escéptica, representada por
aquellos que se acercan al fenómeno no para negarlo rotundamente sino para
interpretarlo y explicarlo desde otras posturas y enfoques algo más científicos
y racionales. En esta línea habría que mencionar dos hipótesis de vanguardia
que tienen mucho que decir: la antropológica y la médica.
Los efectos de la amanita
La antropológica nos dice que la creencia en hadas, duendes
y gnomos es fruto de valores culturales que se han ido heredando de unas
generaciones a otras. Que tan sólo existen en nuestro ámbito cultural y, en
todo caso, en nuestra mente. Una variante de esta postura la representan
micólogos como el catalán Josep María Fericgla quien, en su libro "El
hongo y la génesis de las culturas" (1994), aborda un estudio
antropológico sobre la magia y el simbolismo de los pueblos primitivos,
afirmando que todos aquellos que dicen haber visto a estas criaturas es porque
antes han ingerido un determinado hongo, la amanita muscaria, cuyos efectos
enteogénicos es el de provocar estados alterados de conciencia, generando
extrañas visiones como la de ver lucecitas que se mueven, hablan y adquieren
forma humana.
En definitiva, su teoría se basa, por una parte, en que la
tradición sobre estos seres mitológicos está vinculada con zonas donde crece la
amanita muscaria (Gales, Inglaterra, países nórdicos, Cataluña...) y por otra,
en un aspecto iconográfico vinculante cual es la representación clásica de los
gnomos (caperuza roja y cuerpo blanco), similar a la forma de la amanita.
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