Capitulo VIII
- Señor del
Invierno y del Frío, Amo de la Nieve y del Hielo, Dueño de la Ventisca, las
Heladas, las Cencelladas y la Escarcha – Dralina había tenido buen cuidado de
aprenderse todos esos títulos antes de salir de su país-. Eres grande y
poderoso. Eres frío y pendenciero. Durante años has demostrado tu valor y tu
poder sin fin y ahora esta humilde y pequeña hada, te pide que muestres tu
inteligencia y tu altruismo dando fin a esta absurda guerra y devolviendo a mi
Señora, la Bruja del Otoño, la tranquilidad, su territorio y su tiempo. Te lo
pido con humildad, gran señor.
El Gran Mago
sonrió divertido y preguntó a Dralina:
-¿Y por qué
habría de hacer eso cuando, sin la menor duda, soy el claro vencedor de esta
guerra?
-Por
generosidad, señor-. Respondió el hada.
El Mago no
pudo contener una condescendiente carcajada.
-Eres, sin
duda, muy divertida y, también sin duda, muy atrevida. Por supuesto no pienso
hacer lo que me pides así que es mejor que vuelvas a esconderte bajo las faldas
de tu Señora… y confórmate con esa generosidad.
-Entonces,
Señor, me veré obligada a abrir esta caja…
-¿Y tengo
que asustarme de una caja?
-No, señor,
de la caja no. De lo que en ella hay, sí.
- Y bien
¿Qué es eso que ha de aterrarme?
- Unas
Espigas del Sol, Señor del Frío. Supongo que no os será difícil imaginar qué
ocurriría si abriera y dejara caer estas espigas en vuestro palacio.
Al oír esto
el Gran Hechicero, de un salto, se levantó de su trono pensando en acabar con
la pequeña Dralina a base de magia… pero si es cierto que era presuntuoso y ambicioso,
también es cierto que era reflexivo y razonable y se preciaba de no actuar a lo
loco.. Y esto salvó a Dralina, pues al Mago se le ocurrieron tres buenas
razones para no dañarla.
Una, que la
pequeña hada tenía su propia protección mágica y la de su Señora. Puede que la
suya no fuera una gran magia y puede que la de su Señora -debido a la
distancia- se encontrará debilitada pero ambas unidas serían suficientes para
que la joven hada tuviera tiempo de cumplir su amenaza.
Dos, que le
bastaba un pequeño gesto para dejar caer las espigas y, por tanto, acabar con
su palacio y su reino en menos de un segundo.
Y tres, la
admiración que le había provocado el valor y la tenacidad de Dralina.
Así que,
tras pensarlo unos segundos, el Mago del Invierno decidió abandonar la guerra y
su deseo de más terreno y tiempo. Decidió, asimismo, pedir perdón a la Bruja
del Otoño e intentar hacer las paces con ella y, por último, decidió regalar a
Dralina, como premio a su valor, un diamante mágico tallado en forma de copo de
nieve para que pudiera ponerse en contacto con él siempre que necesitara ayuda.
Y así acabó
la guerra entre la Bruja del Otoño y el Mago del Invierno.
Ah, casi lo
olvidaba. Te preguntarás que por qué llaman a Dralina el Hada Helada. Pues,
verás, la llaman así porque desde su viaje a las tierras del Invierno la
pobrecilla siempre tiene frío. Es como si se le hubiera metido dentro, muy
dentro, y no hay manera de que entre en calor. Así que en el Bosque del Otoño
los pequeños duendes cantan:
La hermosa
Hada Helada,
siempre
tiene frío
y siempre va
abrigada.
Mas si
quieres que en calor entre
haz el bien
y sé un poco valiente.
Porque,
cuando algún niño o alguna niña, hace algo bueno o valeroso, Dralina, el Hada
Helada, siente como su pequeño corazoncito se llena de un suave calor que se
extiende por todo su cuerpo y que le dura durante varias horas.
Así que, ya
sabes. Ayuda a Dralina de vez en cuando. Ella te lo agradecerá.
Fin
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