La hija de la reina de las hadas, se llamaba Adalina, pero
era muy extraña. Es que la pequeña hada no tenía alas y como las hadas sacan su
magia de sus alas, sus poderes eran muy limitados.
Como era un hada tan débil, siempre necesitó de la ayuda de
los demás, por eso era muy sociable y simpática, todos los animales del bosque
la querían y disfrutaban de ayudarla.
Pero un día, llegó el momento en que Adalina debía
convertirse en reina de las hadas y todas dudaban de su capacidad, por lo que
decidieron que debía rendir un examen para demostrar que estaba en condiciones
de asumir el trono.
Adalina estaba muy preocupada por su prueba, no imaginaba
nada asombroso que pudiera hacer para demostrar su dignidad.
La noticia de la prueba de la princesa llegó a todos los
rincones del reino de las hadas y en poco tiempo, los animales del bosque
acudieron a socorrer a su pequeña amiga.
Adalina estaba conmovida, pero tenía serias dudas de que los
animalitos pudiesen resultar de gran ayuda. Ella deseaba atrapar un rayo de
luna y guardarlo dentro de una lágrima, para alumbrar el bosque en las noches
de tormenta. La pequeña hada estaba tan desilusionada consigo misma que se puso
a llorar.
Los animalitos se sorprendieron cuando vieron que los rayos
de la luna se metían dentro de las lágrimas de Adalina y se acomodaban en el
cielo como diminutas estrellas para alumbrarlos. Todos bailaban y reían
contentos con tal prodigio, después de todo, Adalina sí era digna de ser la
reina de todas las hadas. Y fue coronada.
La pequeña hada sin alas, fue la mejor reina que las hadas
tuvieron. Porque su poder no estaba en sus alitas de cristal, sino en el amor
de todos sus amigos.
Autora: Andrea Sorchantes
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